El chantaje emocional es una forma de abuso, un tipo de maltrato psicológico. El chantajista ejerce influencia sobre nuestras emociones a partir de una dinámica dañina del tipo: “Si no haces esto, ocurrirá esto otro”.
Todos podemos padecer (incluso cometer) manipulaciones emocionales sutiles y esporádicas sin ser conscientes de ello; pero, si se mantiene en el tiempo, puede desembocar en una situación de dominación.
El chantajista se centra en nuestras inseguridades y puntos débiles; de hecho, seguramente al principio nos resulte difícil reconocer la amenaza, pues los ataques del chantajista se centran en los puntos que nosotros mismos nos cuestionamos. Por eso seguramente le demos la razón y pensemos: “Es cierto, no he actuado bien; tiene razón, debería haberle hecho caso...”. Y, así, aprovechándose del poder que cada vez va acumulando sobre nosotros, el chantajista se aprovecha de nuestra vulnerabilidad para conseguir sus objetivos.
Algunas de las estrategias más utilizadas (consciente o inconscientemente) son las siguientes:
1. El autocastigo: “Si me dejas, no sé qué sería capaz de hacer”. De esta manera hace que la víctima se sienta culpable y obligada permanentemente a no cuestionar la relación.
2. El castigo: “Si haces esto, no me culpes si te dejo”. De este modo, el chantajista puede hacernos sentir constantemente atados a unos patrones de conducta "correctos" (bajo su propia perspectiva), con lo cual va reduciendo nuestra libertad y anulando nuestra personalidad.
3. El silencio: El chantajista crea, mediante el silencio, un mal clima de pareja. Muy probablemente puede hacernos sentir culpables de ese mal clima de pareja, agravando todavía más la dinámica. Además, el silencio fomenta impotencia e incomprensión, ya que no sabemos qué está sucediendo, ni tampoco cómo podemos mejorar la situación.
4. El victimismo: “Si te vas con tus amigos/as, me quedaré solo/a y aburrido/a”.
5. Las promesas: “Dame otra oportunidad y te demostraré que puedo cambiar”. Este tipo de conducta puede ser una señal de alarma.
6. La culpa: “Si me enfado o soy agresivo/a es porque tú me provocas” o “he sido infiel porque no me das lo suficiente”.
Para romper con esta dinámica dañina, necesitamos dejar atrás el rol de víctima y recuperar nuestra capacidad para valorarnos por lo que somos, ser asertivos y defender nuestros derechos. Puedes leer más en este artículo: 4 perfiles de personas tóxicas.
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