Estamos acostumbrados a pasar poco tiempo con nuestros seres queridos; trabajamos 8 horas (mínimo), más el tiempo que tardamos en desplazarnos, el tiempo que destinamos a las tareas del hogar y a nuestros hobbies, eso nos da un total de pocas horas de tiempo de calidad con nuestra familia y/o nuestra pareja.
Ahora bien, las nuevas circunstancias impuestas para aplanar la curva de contagio del COVID-19 nos obligan a cambiar nuestra rutina y, como resultado, si teletrabajamos o bien si no podemos ir a trabajar y tenemos que quedarnos en casa, pasamos mucho más tiempo con nuestra familia.
El confinamiento pasa factura. Es una realidad. Un ejemplo de ello es el aumento de divorcios de la población china tras su periodo de confinamiento.
La convivencia intensiva puede afectar directamente al bienestar de nuestras relaciones, tanto a nivel de familia como de pareja. La apatía del confinamiento, junto con el agobio de estar todo el día en casa durante varias semanas, son el cóctel perfecto para que estemos más susceptibles e irritables. Como resultado, surgen más conflictos y nos sentimos con menor voluntad para dar nuestro brazo a torcer para resolverlos de forma satisfactoria.
Para evitar que las relaciones se desgasten como resultado de la convivencia intensiva de estas semanas, podemos:
- Apostar por la empatía: entender que esta situación no es fácil para ninguno de los miembros y que cada persona lo vive de la mejor manera que puede, nos ayudará a entender que lo gestionamos de forma distinta y que nadie nace aprendido para situaciones excepcionales como ésta.
- Ser asertivos: poner límites y comunicar lo que no nos gusta o no nos sienta bien evitará que frustración y rabia se acumulen y acabemos "explotando" expresando nuestro desacuerdo de mala manera. Podéis leer más sobre "decir no" en este artículo.
- Relativizar: no se trata de pasar por alto lo que nos sienta mal; ni tampoco de iniciar un conflicto por cualquier motivo; sino de encontrar el equilibrio entre poner límites y expresar nuestra opinión, y valorar si merece la pena iniciar un conflicto con el coste que éste puede tener a nivel relacional.
Importante: los conflictos no son necesariamente negativos; al contrario, pueden ofrecernos el contexto ideal para renegociar ciertas situaciones con las que no estamos del todo de acuerdo. Sin embargo, una presencia frecuente de conflictos contribuye a la sensación de desgaste.
- Estar dispuestos a negociar: nuestra meta debería ser alcanzar un resultado del tipo win-win, en el que ambos miembros salgan ganando. Para ello, podemos negociar qué estamos dispuestos a pasar por alto, y qué no. Nos ayudará establecer acuerdos mínimos, con concesiones sine qua non, y comunicar qué puntos estamos dispuestos a dejar pasar. Sentir que todos los miembros ganan (o pierden), y la sensación de justicia que se desprende del acuerdo, nos ayudará a estar más dispuestos sentarnos a negociar en conflictos futuros.
- Planificar actividades juntos: si propiciamos las interacciones positivas y conseguimos que éstas tengan mayor peso en nuestro día a día que las de carácter negativo como las discusiones o las desavenencias, estaremos preservando el bienestar de la familia/pareja. Podemos hacerlo planificando actividades placenteras que fomenten la unidad, la colaboración y el trabajo en equipo; que ayuden a que todo fluya. Por ejemplo, podemos usar juegos de mesa, hacer ejercicio juntos (en casa), aprender nuevas recetas juntos implicando a todos los miembros,...
Podéis leer más acerca de cómo "sobrevivir" al confinamiento en este artículo.
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