"Tengo la sensación de que todo lo hago mal". La experiencia me dice que, cuando llegáis a consulta y parte del malestar procede de afirmaciones análogas a esta, debemos indagar en nuestro entorno.
Nadie nace con una baja confianza en sí mismo. Si la desarrollamos, es fruto de nuestro contacto con nuestro entorno. Nuestros padres, los profesores, nuestros iguales,... Todo ello influye a la hora de crear una imagen de cómo somos y de qué somos capaces de hacer. No me malinterpretéis, el entorno no tiene la culpa; sino que debemos buscar el origen en la combinación: entorno + cómo procesamos la información + cómo gestionamos las emociones. Sin embargo, hace ya un tiempo me di cuenta de que un número considerable de pacientes que afirmaban "todo lo hago mal", tenían un historial de críticas considerable. Los padres y las parejas eran las fuentes de estas críticas. Quizás sea que la estadística no está a mi favor, pero esta es mi reflexión.
Así es cómo suele suceder: hacemos algo; nos critican. Quizás lo hayamos hecho de forma mejorable; quizás lo hayamos hecho bien. Realmente poco importa porque no nos corrigen sino que nos muestran cómo tenemos que hacerlo. La forma de hacerlo. La única válida. Lo intentamos de nuevo aplicando lo que consideramos que hemos aprendido de las correcciones. De nuevo, la "cagamos". Sí, tal cual. Es así como lo sentimos. Y, de nuevo, nos corrigen. "¿Cómo puede ser, si lo he hecho como me dijo?", nos preguntamos. Y así, (supuesto) error, tras (supuesto) error, vamos construyendo una historia de fracasos.
Quizás os parezca un tanto extremo, pero os aseguro que una de las conclusiones a las que llegamos con "mis" pacientes es que hagan lo que hagan, todo está mal. ¿Cómo es posible, si lo hacen de la forma indicada? Que, ¡cuidado! no la más correcta ni la mejor. Resulta que hemos topado con alguien a quien todo, absolutamente todo le parece mal. Incluso si hacemos lo mismo que él o ella. No importa. Todo está mal. Excepto si lo hace él o ella, en cuyo caso está bien.
¿Cuál suele ser nuestra aproximación tras varios intentos? Cedemos al "trae, ya lo hago yo" o al "deberías haberme hecho caso" o al "la próxima vez mejor lo hago yo". Cedemos con la mejor de las intenciones: para evitar un conflicto. Pero acto seguido nos invade un sentimiento de frustración que contribuye a mermar nuestra autoestima. Acabamos aprendiendo que si lo hacemos nosotros está mal; que si lo hace la otra persona, es garantía de éxito. Y no nos planteamos porqué, porque todo sucede de forma tan aparentemente inocua y lo tenemos tan integrado en nuestro día a día, que somos incapaces de ver el poder que palabras como las anteriores tienen en nuestra mente.
Con el paso del tiempo, hacemos menos cosas y las que hacemos son menos importantes, reduciendo nuestra vida y cualquier posibilidad de demostrarnos nuestra propia valía. Y así, crítica tras crítica, cesión tras cesión, vamos dinamitando nuestra autoestima.
Todo lo anterior puede trabajarse reconstruyendo nuestro autoconcepto: aprendiendo a dejar de lado aquellas cosas que nos decimos ("no valgo", "todo lo hao mal") que pueden no ser ciertas, sino que son fruto de los mensajes que hemos recibido pero que, sin embargo, ejercen un gran impacto en nuestra autoestima.
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