"Con el amor no basta". Éste es el título de uno de mis libros favoritos y una de las frases que más suelo repetir a las parejas que vienen a terapia. Porque es así, tal cual: con el amor no basta. Y porque muchas veces me decís: "si es que yo le quiero, ¿eh? ¡de verdad! pero...".
Más allá de la imagen adulcorada del amor romántico que nos han "vendido" desde pequeños, una pareja debe lidiar con problemáticas propias del día a día, y de una vida que nos pone más obstáculos en el camino de los que probablemente querríamos.
El amor - concretamente el amor apasionado - nos acompaña durante las primeras fases del noviazgo. Las hormonas están en pleno apogeo, subrayamos lo bueno de nuestra pareja e ignoramos los defectos (porque en ese momento poco nos importan). Si a todo esto le añadimos que en las primeras etapas no se suelen dar conflictos y que no se comparten cuestiones (altamente) estresantes como la economía familiar, las tareas del hogar y los hijos (si los hay), tenemos el cóctel (casi) perfecto para una pareja (casi) perfecta.
Sin embargo, este estado de amor apasionado acaba desvaneciéndose con el paso del tiempo, dando paso a otro tipo de amor. A la vez, es muy posible que nuestra pareja tome un mayor peso en nuestra vida y que compartamos hogar, tareas y responsabilidades, reformulándose así la relación. Y, ¿adivinas qué? Es en ese momento en el que surgen los conflictos.
Como por arte de magia nuestra pareja ya no es tan perfecta, ni todo nos parece tan romántico como antes. Lo que para algunos puede considerarse como una pequeña crisis, para mí es una oportunidad para reformular la relación.
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